La casona donde hoy es nuestra oficina nació como un proyecto residencial en Yerba Buena, pensada originalmente para una vida familiar.
Para contar su historia —y la transformación que la convirtió en lo que es hoy— recuperamos la mirada de quienes participaron en distintas etapas del proyecto: José Ignacio Corrales, quien formó parte del diseño original y hoy es gerente de Desarrollo de Metrocúbico, y Oscar Bercovich, presidente de la empresa.
Una casa pensada para ser hogar
El proyecto llegó al estudio del arquitecto Juan Pablo Molina, y José Ignacio Corrales fue parte del equipo que diseñó la casona.
“La idea era construir una casa con estilo clásico, en sintonía con las grandes casonas de Yerba Buena, pero incorporando comodidad y tecnología modernas para la época”, recuerda José Ignacio.
La distribución respondía a una lógica particular: una casa pensada para disfrutarse. Contaba con salas de lectura, un salón de fumadores —hoy convertido en nuestro comedor—, gimnasio y espacios de esparcimiento.
La escalera principal fue siempre un elemento central. “Costó definirla, pero sabíamos que tenía que ser protagonista. Terminó siendo una escalera imperial, sin apoyos en el descanso, algo que en su momento parecía arriesgado. Hoy sigue intacta, es la misma donde nos sacamos las fotos de equipo”, cuenta.


Lo que buscábamos no era solo una oficina
En 2022, decidimos dar un paso que acompañara nuestro crecimiento. No se trataba solo de mudar nuestras cosas de un lugar a otro, sino de encontrar un espacio que estuviera a la altura de nuestra forma de pensar, de hacer y de proyectarnos.
“No buscábamos simplemente una oficina nueva. Queríamos un lugar que generara otro tipo de vínculo: entre el equipo, con los clientes y con la comunidad”, explica Oscar Bercovich, presidente de la empresa.
La decisión de apostar por una casa —y no por un edificio de oficinas convencional— fue deliberada. Buscábamos algo con historia, con carácter, capaz de transformarse con nosotros. La elección de esta casona fue, en muchos sentidos, una declaración de principios.
“Tirar el muro frontal que aislaba a la casa fue, para nosotros, un gesto simbólico. Queríamos abrir el espacio, integrar lo público y lo privado, mostrar que las empresas pueden formar parte del entramado urbano y cotidiano, sin quedarnos puertas adentro”, agrega Oscar.
El desafío de transformar sin borrar
Desde el inicio, la intención fue comprender la casona antes de intervenirla. Por eso, la transformación fue cuidadosa: se mantuvo la fachada, la estructura y el espíritu original. Todo el proceso se planificó respetando la disposición existente. No fue la casa la que se adaptó a nosotros: fuimos nosotros quienes nos adaptamos a ella.


Una de las decisiones clave fue abrir el subsuelo para conectar el frente con el fondo del terreno. En el proyecto original, solo había una entrada y salida por avenida Aconquija, lo que limitaba el aprovechamiento del terreno y dificultaba la circulación interna. El amplio fondo quedaba aislado.
Para revertir esa situación, se generó una conexión más fluida entre ambos sectores, con una intervención que implicó estudios de ingeniería, ensayos de carga y un diseño cuidadoso que garantizara la estabilidad estructural. El resultado fue una circulación más integrada y una nueva lógica de uso del espacio.


La casona es mucho más que un lugar de trabajo. Es una síntesis de nuestra historia, de las decisiones que nos trajeron hasta acá y de la forma en que elegimos habitar lo que hacemos.
Conservar, transformar y habitar no fueron solo etapas del proceso: son también principios que seguimos construyendo cada día, junto a quienes forman parte de este proyecto.

